Día 8 perseguida a través de Grecia

Lo que no me pasa a mí, no le pasa a nadie. Ayer me enteré de que el dios fluvial Alfeo, hijo de Tetis, se había enamorado de mí y tenía intención de buscarme hasta su último aliento. Y no os creáis que mentía; me recorrí Grecia entera varias veces huyendo de él. Finalmente llegué a Letrini, en Elide, donde me embadurné el rostro yo misma y también todas mis ninfas con barro blanco, de modo que Alfeo no me pudiera distinguir entre mis acompañantes. No tuvo más remedio que retirarse, perseguido por las risas de mis dulces ninfas.


Artemisa

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